Por: Ma. Lorena Villacís Rengifo
Podemos pensar que hay muchas cosas que decir sobre el amor, porque el amor es algo que nos atraviesa como sujetos y que además de atravesarnos está en la punta de la lengua. Cuando me anunciaron la obra que se iba a representar, pensé: “bueno, Romeo y Julieta es clásico, trata sobre el amor, sobre la tragedia del amor, sobre la historia de un amor imposible, sobre estos dos chicos tan enamorados el uno del otro, con toda su familia y la sociedad en contra y del como ellos resolvieron estar juntos para siempre” y dije “parece que la cosa no va a ser tan complicada, es un tema trillado”, y claro, mientras estructuraba lo que hoy voy a compartirles, recordé lo complicado que es decir sobre el amor, aunque se piense que se puede hablar mucho sobre él, y aunque todos hablemos sobre él. Decir sobre el amor es tarea compleja, así que intentaré dar algunas reflexiones sobre este “asunto” que me provocan decirlas a partir de la obra y que las comentaré desde la teoría psicoanalítica y desde la práctica del psicoanálisis.
La obra no nos regala un final feliz típico de la idea de amor que algunos podemos tener, del “vivieron felices para siempre” una idea evidentemente sacada de los cuentos de hadas y de toda esta construcción romántica que se ha hecho alrededor del amor, al contrario la obra nos regala un final que podría tomarse también en el ámbito de la felicidad pero al contrario de los finales de los cuentos de hadas, Romeo y Julieta no vivieron felices para siempre, murieron “felices” para siempre. Voy a trabajar a partir de lo que considero se pone en juego en esta obra, y aproximarme a enlazar esto con lo que en mi práctica clínica evidencio todo el tiempo; yo trabajo con pacientes toxicómanos en una institución estatal, en la que he podido evidenciar cómo los avatares del amor consumen a los sujetos con los que trabajo y cómo, a su vez, ellos son consumidos por la sustancia con la que intentan hacer frente a estos avatares.
Pues bien vamos a empezar;
La tragedia pone en evidencia tres significantes de los cuales me serviré para abrir la discusión en esta mañana. Tres significantes que si bien es cierto nos acompañan incluso desde antes del momento de nuestro nacimiento – pues forman parte de la herencia cultural, lo que Lacan llamaría el Gran Otro de la cultura- son significantes que se ponen en juego en cierto momento de la constitución de un sujeto. Los significantes a los que me refiero son; la sexualidad, el amor y la muerte.
Romeo y Julieta en la historia original son, lo que ahora podemos llamar, adolescentes, sabemos pues que es en este momento subjetivo en el que estos tres significantes se re-ordenan, se re-viven y se re-significan. La sexualidad, el amor y la muerte dan cuenta de una imposibilidad que tiene que ver con esa aproximación a lo real. Lo real en psicoanálisis es aquello inasible, inapalabrable, indecible, es decir eso que no se puede aprehender, ni decir pues escapa a la palabra. De esto podemos dar cuenta en el discurso coloquial, basta escuchar a los jóvenes o incluso a nosotros mismos cuando intentamos describir lo que es el encuentro con el sexo, el amor y la muerte: “me quedo sin palabras” “las palabras no me bastan para decir lo que siento por ti”, entre tantas otras frases que hacen alusión a este real, a algo que no alcanza, a un resto que se nos escapa.
Voy a trabajar cada uno de estos significantes y enlazarlos con esta imposibilidad de la que les hablo, con el fin de comentar cómo ésta obra clásica, nos confronta a lo que de estructura tiene cada ser hablante y comentar también cómo, actualmente, se intenta escapar de esta estructura, recurriendo a modos mortíferos.
La sexualidad
Sabemos con Freud que la sexualidad está presente en la vida de todo sujeto y se manifiesta en cada momento desde que el bebé llega al mundo, mediante lo que Freud llamó el autoerotismo y la constitución pulsional y evidentemente en esa relación que el infans, como lo llamó Lacan, tiene con su cuerpo, una relación mediatizada por el otro (por lo general por la madre o quien ocupa esa función) y por el real del organismo. Ese fue el gran descubrimiento freudiano, que los niños tienen una sexualidad, descubrimiento que claro está vino no sin escándalos y asombro que aún ocurren más de 100 años después.
Pero más adelante en el desarrollo, con la llegada del momento adolescente, lo sexual cobra importancia plena ¿qué pasa, en palabras sencillas, en la adolescencia? Pues es en ese momento en el que hay un encuentro con lo real sexual en el cuerpo propio y en el cuerpo ajeno también. Todos entonces, si atravesamos ese momento, aunque algunos seguirán en él, nos topamos con ese nuevo cuerpo que se nos impone. En el caso de las mujeres; el crecimiento del pecho, el ensachamiento de las caderas. En el caso de los varones; el cambio de la voz, el famoso bigote y tanto en hombres como en mujeres, el aparecimiento del vello púbico, es decir todo aquello que corresponde a los caracteres sexuales secundarios. Evidentemente todo esto es una imposición. No es algo que uno pueda elegir, por lo menos conscientemente.
Esta imposición pone en escena el real del cuerpo sexuado, un nuevo cuerpo que el adolescente tendrá que asumirlo, apropiarse de él, de esa imagen que le es, por ese momento, extraña. De seguro muchos de ustedes se acordarán de ese momento en la adolescencia en el que se veían al espejo y era un cuerpo diferente, extraño. Esto es algo que algunas veces provoca angustia, y será el adolescente el que busque soluciones singulares para sobrellevar esa angustia, no solo por este nuevo cuerpo que hay que adoptar, sino también porque acompañado de ese cuerpo se presenta una intrusión de la función sexual en el campo subjetivo. Citando a Lerude “esta irrupción de lo sexual en el campo subjetivo pone en juego la cuestión del Otro. La cuestión de la subjetividad y del yo en su relación con el goce, la relación hombre- mujer”
Entonces, si esta irrupción de lo sexual en el campo subjetivo pone en juego la cuestión del Otro, la relación con el goce y la relación hombre – mujer, pone en juego algo que en psicoanálisis se dice todo el tiempo “la no relación” ¿Qué es la no-relación o a qué se refiere Lacan cuando dice no hay relación sexual? No vayamos a pensar que Lacan nos esta diciendo que no hay relaciones sexuales, Lacan nos está hablando de la disimetría que por estructura existe entre un hombre y una mujer, que en primera instancia está dada por la diferencia sexual, es decir, por ese descubrimiento que todos hacemos cuando pequeños, de que el niño tiene algo que la niña no tiene o que la niña no tiene algo que el niño tiene y que se llama castración pero que no se reduce solo a la mera constatación de esa diferencia sino que tiene que ver con el efecto de esa constatación, en términos de inscripción de la falta y del significante de la falta; el falo.
Esta no relación sexual habla también de que en el campo de lo sexual, es decir en el campo del acceso al otro, al semejante, no hay relación, no hay complementariedad. No hay protocolo para acceder al otro, no hay un manual que nos indique cómo tener un acceso al otro satisfactorio y duradero. No hay un objeto que venga a colmar mi satisfacción plenamente, a decir entonces en términos lacanianos, somos sujetos divididos, tachados, en falta.
El amor
Entonces ¿qué del amor? Si somos sujetos tachados, divididos, si no hay unificación posible entre uno y otro, si lo que nos caracteriza como seres hablantes es la falta, entonces ¿qué? ¿Estamos jodidos? No, aquí entra en escena el amor. El amor puede hacer suplencia a esta imposibilidad a pesar de ser una imposibilidad en si mismo.
Lacan nos dice que el amor es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es. ¿No les suena esto a una gran imposibilidad? ¿Cómo doy lo que no tengo a alguien que no es? Si no tengo algo entonces ¿qué es lo que doy?, si se lo doy a alguien que no lo es, entonces ¿a quién se lo doy? Creo que Lacan, pone esta frase justamente para dar cuenta del carácter imposible que hay en la relación entre hombre y mujer y por lo tanto la imposibilidad que existe en el amor.
No hay simetría, no hay complementariedad, no se puede hacer uno de dos, esa es la imposibilidad que el amor intenta velar, es el ropaje con el que unos y otros nos vestimos para hacerle frente a esa imposibilidad, pero es un ropaje imposible también, un ropaje con huecos que no cubre, que no alcanza, esto no quiere decir que el amor sea imposible, que no se pueda amar, se puede amar incluso a sabiendas de esta imposibilidad, la dificultad está cuando se la recusa, o cuando se la niega.
En Romeo y Julieta esta imposibilidad se pone de plano, aunque se la otorga a otros, a la cultura a la herencia, a la sociedad, a la familia. Hay una parte en la obra en la que Julieta le dice a Romeo
“cámbiate el nombre, si así fuera quizás nuestro amor podría ser posible”, Julieta es ingenua al pensar que cambiándose el nombre el amor podría ser posible, pues es imposible por estructura.
Es esta imposibilidad la que se denuncia en Romeo y Julieta. Ellos dos ponen en acto una lucha contra la imposibilidad. El uno actúa su muerte para poder estar con el otro, el otro se percata de esa muerte, que no sabe que es actuada y entonces decide morir para poder estar con el amado. Poniéndolo en estas palabras es cómica la situación, pero es cómica porque justamente da cuenta de esa no relación, de ese malentendido que existe entre uno y otro, porque rompe con la idea romántica de que como somos amantes, nos amamos, somos UNO, pensamos igual, él/ ella me entiende exactamente lo que yo soy, sabe lo que yo soy, sabe lo que yo quiero. La muerte de Romeo y Julieta, el acto mismo de morir escenifica lo imposible de la relación.
La muerte
Entramos entonces en el tercer significante; la muerte ¿Qué quiere decir esta muerte? Por un lado, desde la intención de la obra, desde la idea del amor cortés, la muerte de estos dos jóvenes amantes preserva el ideal del amor. ¡Murieron por amor! ¡Se amaron hasta morir! Como reza el tan conocido pasillo ecuatoriano: “Hemos jurado amarnos hasta la muerte y si los muertos amán, después de muertos amarnos más” Pero esta muerte, este recurso a la muerte, también da cuenta de un modo de enfrentar esa imposibilidad, un modo abrupto, que pone fin al sufrimiento que ocasiona la imposibilidad, un sufrimiento con el que todos tenemos que vérnoslas y que nos hace andar cojos por la vida y ante el cual buscamos muletas.
Ahora bien, ¿qué relación encuentro entre la clásica tragedia de Romeo y Julieta y las toxicomanías? Les decía al inicio que el amor y sus avatares, sus efectos y complicaciones son el pan de cada día en la clínica. La clínica que he elegido es una clínica particular; la clínica con toxicómanos. En las toxicomanías, ocurre algo similar que con Romeo y Julieta, nos encontramos ante sujetos que encuentran un modo mortífero de hacerle frente a la “no relación”. ¡Sujetos que mueren!
Quiero compartirles algo que ocurre en Bolivia, y que fue publicado a propósito del tercer Coloquio Americano de la Red de Toxicomanías y Alcoholismo, es un artículo pequeño que se llama
“Elefantes pulsionales” voy a leerlo rápidamente y después concluiré la ponencia.
“A casi a mas de 4000 metros sobre el nivel del mar, en la cuidad de la Paz Bolivia, a poco de tocar el cielo subyacen infiernos de goce, purgatorios de la subjetividad; donde muchos deciden acudir para terminar sus días y su sufrimiento, cuando el dolor de existir no se puede soportar más, estos lugares escondidos alojarán – sin hacer preguntas ni cuestionar decisiones, responsabilidades o deseos- “la ultima voluntad” del sujeto: morir alcoholizado.
Dichos lugares que no llevan letreros ni cartel que los identifique, que no aparecen en ninguna guía comercial o en la red de redes; se conocen con el nombre de “Cementerio de Elefantes”. Casas como cualquier otras, adaptadas muy precariamente como bares clandestinos; donde algunas habitaciones sirven de ataúd para el viviente humano cansado de su existir. Cualquiera puede hacer uso de esos espacios. Solo se debe solicitar al propietario (en la mayoría de los casos propietaria) que uno ha tomado la decisión de entrar para no salir.
Entonces se cierra la puerta de la habitación y se abre la puerta a la pulsión de muerte. Entra un sujeto en un mísero cuarto que es echado con llave y con un candado por fuera, para que el desdichado no pueda salir. Las ventanas tampoco permiten una salida al estar enrejadas; dentro solo existe una cama o, en otros casos, un colchón sobre el piso; una mesa, un par de sillas – quizás con suerte un espejo- un poco de agua en un jarra y un vaso… y lo esencial, un balde de plástico lleno de alcohol. No es ningún licor de etiqueta en particular, es alcohol etílico de 98 grados, para uso industrial o domestico, pero no para ingerir. A este alcohol se lo conoce comúnmente como caimán, por la marca y el logo que tiene. Se le pone un colorante que le da un sabor picante para hacer desistir a la gente de beberlo, de ahí su color rojizo; pero como la pulsión no sabe saborear, igual mucha gente lo beberá. Es barato y de fácil acceso.
Una vez dentro de la habitación de la muerte, solo frente al espejo, el sujeto podrá contemplar su imagen una y otra vez, tal vez sin poder ver un reflejo que ningún Otro arroja. La ventana que no abre, la del fantasma, le seguirá mostrando eternamente la misma escena., de la que quizás quiera escapar pero que lo tiene encerrado. Por ultimo el objeto alcohol y la pulsión. Sorbo a sorbo el sujeto decidirá entregarse al goce mortífero, renunciando a comer y a tener contacto con otros. Solo el sujeto y el objeto de goce. De vez en cuando tomará un poco de agua para darse un descanso y luego retomar su acto “heroico” que acabará con su vida.
Una condición existe, después de todo no hay nada en el mundo humano por fuera de lo simbólico; una regla subsiste; una vez dentro de la habitación no se puede salir de ella sino es muerto y el único contacto con otro humano es aquel que le llevará otro balde de alcohol si el anterior se agotó, si aún se esta vivo. ¿Habrán existido casos en que algunos hayan salido de esa relación autística con su goce y con el objeto alcohol? Es decir, ¿algunos se habrán arrepentido de lo que estaban haciendo y pidieron ser “liberados”? probablemente sí, quizás mas de uno haya decidido apostar aún un poco mas por la subjetividad y el deseo y aspirar abrir las puertas del encierro fantasmático y darle otro destino a la pulsión, que es siempre de muerte. (Prieto, Thamer)
Es una tragedia, no hay Romeo con Julieta, solo Romeos y Julietas con el alcohol, que intentando resolver la imposibilidad que la existencia nos presenta, la imposibilidad en la sexualidad, en el amor, recurren a la muerte para ponerle fin a la falta. Romeo y Julieta ingieren un veneno pero un remedio a la vez, porque no pueden vivir el uno sin el otro, o como se dice comúnmente “ni contigo ni sin ti”. Los Romeos y Julietas de los cementerios de elefantes y el alcohol, también ingieren un veneno y un remedio a la vez, tampoco pueden vivir el uno sin el otro, ni con el alcohol ni sin el alcohol. Deciden morir. Algunos lo hacen de esta forma trágica, otros mueren mientras viven, pero muerte al fin.
La obra de Romeo y Julieta es un clásico. Los cementerios de elefantes no, quizás nunca lleguen a la pantalla grande, quizás nadie los represente en una comedia, pero podemos escuchar a, como dice
Prieto los “más de uno que hayan decidido apostar aún un poco más por la subjetividad y el deseo” Es lo que quiero compartirles hoy, la responsabilidad que como psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras etc., tenemos ante estos sujetos que frente a “la no relación” encuentran en el tóxico, haciendo alusión al término “pharmakon”, un remedio y un veneno a la vez.